Carlos Fuentes, escritor mexicano, enseñaba que la política está hecha de momentos. Un político debe saber interpretar los momentos para incidir en el cambio de la realidad. Por cierto, hay políticos que interpretan los hechos para evitar los cambios y mantener realidades injustas.

Aunque no elegí este modelo político, me tocó vivirlo. A otros les toco antes, en plena dictadura militar. No soy espectador, trato de cambiar la realidad, especialmente de la cual provengo. Una realidad que muchos ignoran o simplemente no quieren ver. Me refiero a la segregación económica y política, a la falta de oportunidades y a la nula representación de los sectores postergados en la toma de decisiones gracias a esta democracia imperfecta.

Por eso soy parte del gobierno de la Presidenta Bachelet. Es a ella y su programa a quien apoyo, más allá del “especial” grupo que la rodea. Lo digo porque en varias oportunidades algunas personas me han dicho, ¿por qué usted está en Nueva Mayoría si critica el sistema político?, ¿qué está haciendo aquí?, vuelva al campo y siga cuidando vacas con los otros mapuches, como me dijo un político de izquierda.

Apoyo las reformas que ha impulsado nuestra presidenta, porque fue la única en atreverse. Al mismo tiempo, sabemos perfectamente que Chile necesita mucho más. En Inglaterra, Clement Attlee, hace más de 60 años, nacionalizó la industria, el ferrocarril (el metro a lo menos en Chile), el carbón, acero, gas, electricidad. Creó el sistema de pensiones por derecho, algo que dignificó a las personas mayores. Hoy, medio siglo después, nuestro país no ha nacionalizado ningún servicio ni bien de todos los chilenos y las pensiones son miserables. A eso debemos aspirar.          

El participar del gobierno no tiene nada que ver con aceptar la corrupción política, sino todo lo contrario: denunciarla y evitarla. Si no lo hacemos, es probable que los políticos transformen la corrupción en un derecho de todo parlamentario y funcionario público.

La corrupción, falta de credibilidad y la desigualdad son sólo síntomas: el problema es el modelo político administrado por el Estado, el cual se ha trasformado en una fábrica de pobreza y desigualdad en todas sus formas. Lo debemos cambiar, de lo contrario, cualquier coalición, de derecha o izquierda, seguirá administrando el mismo problema y el Estado seguirá las ordenes de los empresarios que han comprado la política, hasta ahora.

Los movimientos sociales han denunciado casos, pero la infraestructura política desigual quedo intacta. Los partidos políticos llamados grandes, que la administran, de todos los colores, aún tienen programas del siglo pasado. Y los partidos pequeños y nuevos, tienen muchas ganas y cero programas. ¿Cómo un partido político va a cambiar la realidad de Chile sin un programa, sólo con la crítica? Se necesita mucho más que críticas y ganas, se necesitan hechos no palabras. De lo contrario, la consigna “queremos cambiar Chile” no pasa de una simple declaración.

Siguen creyendo que el poder se los da el cargo, sin comprender que el poder ha cambiado gracias a las nuevas tecnologías de comunicación. Basta ver cómo han perdido cargos, por ejemplo, el Director Nacional de Gendarmería, el Senador Orpis, el Diputado Fuentes (que no ha perdido su cargo, pero sí perdió el poder). El poder ha cambiado, no deja de ser cierto que “la degradación del poder está cambiando el mundo”, como dice el escritor Moisés Naim.

Más allá de la vieja lógica de la derecha y la izquierda, los actores políticos carecen de propuesta para estos tiempos. A diferencia nuestra, que representamos un proyecto político nacido del auténtico y genuino Chile postergado, que está por sobre las ideologías partidarias.

No somos como esos políticos burgueses que partieron creyéndose marxistas, después fueron socialistas, socialistas independientes al otro día, comunistas al día siguiente, cristianos y demócratas hoy, del partido de la gente mañana, pero definitivamente son del partido económico. No soy como ellos y menos como esos que ayer eran revolucionarios, que aseguraban ir directo a la revolución popular, y que ahora son funcionarios de gobierno, que guardan silencio y se dedican a criticarme.

¿Qué nos queda? La vanguardia social-cristiana en política, harían que el padre Hurtado llore. Él decía en el Humanismo Social, que “…un Senador o un Diputado, es senador de la Patria y ante los intereses de la Patria deben ceder todos los intereses particulares, incluso los de su partido…”. Como están las cosas, él no sería el único en llorar.  

Para generar una verdadera metamorfosis del modelo político, se necesita un cambio no sólo en lo electoral, sino en la forma misma como se distribuye el poder. Se requiere de un nuevo pacto social. Basado en la libertad, igualdad y ética. Creando las instituciones que le den sustento, realidad objetiva y vida pública, con la correspondiente transparencia de las acciones políticas, para alcanzar el anhelado y necesario cambio.

Hoy se juega la posibilidad que Chile tenga una política de calidad. Tenemos el derecho de exigirlo, en cuanto todos los parlamentarios están, por lo menos, suficientemente remunerados. Y si por sus negocios, no tienen tiempo de resolver las necesidades naciones, que no entren a la política. Como dijo el Padre Hurtado; “una actuación descuidada significa traicionar a la Patria en momentos como estos”.

Hoy están dando un examen de conciencia nacional. La temática que los desprestigia no sólo es de índole económico y de enriquecimiento injusto, sino que es más de fondo, es un tema valórico de carácter moral. Pero, ¿se dan cuenta los políticos de la responsabilidad de su cargo? Uno puede dudarlo y con justa razón… a no ser que demuestren lo contrario.

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